Me gustan los toros, no soy un gran aficionado ni entendido, pero me gustan. He intentado seguir un poco todo el debate que se ha generado últimamente a raíz de lo que está sucediendo en el parlamento Catalán. De todo ello me voy a quedar con una intervención, la de Esplá, que confirma que no todos los toreros son jesulines o Riveras, meras cajas de hacer dinero tombolesco:
El rito tiene un fin práctico para el hombre, o cuanto menos para aquellos que depositan en él su fe. “El toreo, -en palabras del propio Miquel Barceló- pertenece a esos mecanismos que el hombre ha creado contra la muerte”. Y entre los cuales se encuentran también: La religión, el arte, y el más infalible de ellos: El amor.
Son bálsamos contra la evidencia de nuestro destino, pequeños raptos de inmortalidad. Tan inocentes como inútiles. Pero sin la sustancia de estas mentiras, la vida sería insoportable.
Allanar con argumentos el terreno de aquellos que defienden al animal, atribuyéndole sentimientos y capacidades humanas, me parece tan absurdo, como la imposición de los criterios proteccionistas dentro de la utilización de los animales con fines prácticos para el hombre.
Y sería triste volver a ver peregrinar, esta vez, a los aficionados catalanes allende los Pirineos. Como otrora hicieran hace “cuarenta y algunos años”, los españolitos para disfrutar de todo lo que la censura les negaba en España.
Porque en Francia nos siguen dando ejemplo de cómo se administran las libertades. Gracias ella el toreo queda redimido de vinculaciones políticas, y es también nuestra convecina la que ha lavado la faz de las apariencias, reforzando el talante artístico y cultural de este. Y por si esto fuera poco, desde allí, se ha elevado a la Unesco la petición de convertir la celebración de las corridas en patrimonio inmaterial de la humanidad. En definitiva, Francia ha instalando en lo más intimo de su sentir los toros, haciéndolos tan suyos como nuestros, deshaciendo a un tiempo los resabios históricos que vinculaban a estos con una decimonónica tercermundista y tenebrosa España.
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