Pasé este verano un par de días en Estocolmo, y la guía no paraba de referirse a Palme cuando hablaba de las formas de vida de los suecos y de la construcción de su estado del bienestar. En unos tiempos en los que la política se ha desprestigiado a sí misma hasta ser considerada uno de los principales problemas por la ciudadanía, y en una época en la que la izquierda en general ha pasado de ser la vanguardia del progreso a estar en estado de shock, conviene pararse a mirar un poco atrás para ver a otros políticos como Palme, que tanto ayudó al socialismo español cuando este estaba en el exilio.
Palme era el dirigente del país que tenía el mejor nivel de vida del mundo, y le tocó enfrentarse al liberalismo más feroz en pleno apogeo, defendiendo firmemente que nadie es libre si no tiene por lo menos un piso de salud, educación y certidumbre económica y seguridad jurídica. El afirmaba que si se imponía el modelo de Tahtcher y Reagan, a más tardar en 30 años tendríamos una de las peores crisis porque el modelo estaba basado en el egoísmo. Tendríamos un aumento de la violencia y la droga si disminuía el estado, y habría una mayor distancia entre ricos y pobres, aumentaría la pobreza extrema porque el modelo del neoliberalismo estaba cimentado en el egoísmo. No hizo falta esperar 30 años para verlo. (vídeo sobre las ideas de Olof Palme).
En la típica visita por la ciudad, la guia me comentó que la tumba de Olof se encontraba en el jardín de una iglesia muy cercana al hotel donde nos quedábamos. El último día, unos minutos antes de subir al autobús que me llevaría de camino al aeropuerto para regresar a España, me acerqué a la tumba de Olof Palme para darle las gracias.